El suicidio y sus mitos

El suicidio y sus mitos

El suicidio es la cuarta causa de muerte más común entre los jóvenes de 15 a 19 años a nivel global de acuerdo con datos revelados por la Organización Mundial de la Salud, lo que, para algunos profesionales de la salud, a primera vista, este acto estaría relacionado a la enfermedad mental. 

De acuerdo con Ángela María Acevedo García, docente del programa de Psicología de Areandina seccional Pereira, el suicidio es un fenómeno que va mucho más allá debido a que una persona puede tener pensamientos de muerte, autolesión y autoasesinato. “Una persona que no tiene ningún síntoma de patología mental conoce el concepto y le otorga un valor desde lo afectivo, lo ético y lo existencial. Así pues, uno de los primeros mitos tiene que ver con que solo se suicidan las personas que tienen una patología mental, puesto que debido a esta creencia dejamos pasar signos o factores que aparecen antes de la decisión final”, explica la docente Acevedo.

El suicidio como vía de afrontamiento a problemas de vida

Las personas con diagnósticos mentales como depresión, ansiedad o trastorno bipolar, entre otros diagnósticos psiquiátricos, no son solo las que suicidan. Para la experta, esta enfermedad psicótica es un factor importante que puede aumentar el riesgo o la vulnerabilidad de que la persona siente que no hay salida. 

“Para algunos, el suicidio es la única solución para la situación que están viviendo, partiendo de la idea de que la persona que toma la definición de suicidarse no está pensando en la muerte, por lo que su mayor deseo no es morir, sino terminar con una dolencia o con una situación con la que siente que ya no puede lidiar. Muchas personas que llevan a cabo una conducta suicida no quieren morirse (de hecho, son muchas más las tentativas suicidas que los suicidios consumados), lo único que quieren es dejar de sufrir y por eso pueden estar contentos de no haber muerto una vez que el sufrimiento se ha controlado”, explica Acevedo.

El suicidio puede sucederle a cualquier persona en cualquier momento de la vida, incluso, por circunstancias que ni siquiera podríamos entender. Según la psicóloga Acevedo, cualquier persona puede tener pensamientos intrusivos y rumiantes asociados al deseo de morir, estando coligados a diferentes situaciones como maltrato intrafamiliar o escolar, una dificultad económica, una separación, la pérdida de un ser querido o el trabajo, entre otros.

“La toma de decisión de una persona que implica una conducta suicida tiene como eje subyacentes tres aspectos básicos. El primero es a nivel emocional como por ejemplo un sufrimiento intenso. El segundo es a nivel conductual, es decir, una carencia de recursos psicológicos para hacerle frente; y por último a nivel cognitivo que se refiere a una desesperanza profunda ante el futuro, acompañada de la percepción de la muerte como única salida”, enfatiza la académica Acevedo. 

¿Se debe hablar en voz baja sobre el tema?

Para la docente Acevedo, otro de los mitos que comúnmente existen está relacionado cuando se habla abiertamente con los hijos. “Frases como “si hablamos de suicidio con mi hijo lo vamos incitar para sembrarle la idea de experimentarlo” o “no puedo preguntarle sobre ese tema porque puede ser peligroso”, estos pensamientos se convierten en otro factor que no nos permiten abordar el suicidio a tiempo y tiene que ver con la falta de educación frente al suicidio, lo que nos lleva a generar un miedo irracional a mencionarlo, construir ideas irracionales con relación a la posibilidad de hablar sobre el tema”, asegura la académica.

Si bien hablar de suicidio con otras personas produce temor, para la experta Acevedo, no es algo que se considere que se deba hablar en voz baja en pasillos. “La realidad y la experiencia nos han mostrado que no es cierto, lo que sí es importante preguntar al respecto, ¿Has pensado alguna vez quitarte la vida?, ¿lo que está pasando por tu cabeza es quererte quitar la vida?, ¿piensas en algún momento que la única solución para salir de esta situación es la muerte?, ¿has pensado en suicidarte?, ¿tienes ideas en tu mente de cómo hacerlo?, ¿dime si puedo hacer algo por ti?, ¿cómo puedo ayudarte? Y así, tendríamos muchas preguntas que permitirían generar en el otro la posibilidad de hablar, de decir y expresar cómo se siente. Hablar abiertamente del tema lo único que traería es confianza de dialogar para decirle a esa persona, “acá estoy”, “estoy para ti”, “te puedo acompañar para que busques ayuda”, expresa la psicóloga.

Un problema que a todos nos compete

Aun cuando los psicólogos y psiquiatras pueden acompañar a una persona que piensa en suicidarse o que ha contemplado esta idea, para la experta Acevedo, este pensamiento que hace parte de los mitos culturales, limita la posibilidad que alguien pregunte y pueda hacer algo por una persona que está pensando en quitarse la vida. 

“Este no es asunto solo de médicos o personas que trabajan en salud mental. Si nos educamos al respecto, todos podemos hacer algo. Si estoy con alguien que está pasando por una crisis y ante una pregunta salvadora, manifiesta que tiene deseos de acabar con su vida, lo primero es no alarmarse, escuchar, estabilizar, sentarlo, permitirle respirar, preguntarle si quiere que lo acompañe. Todos los seres humanos tenemos la capacidad de mirar a los ojos, escuchar y decirle a alguien que estamos para él o ella y preguntar qué EPS tiene, orientar y activar rutas”, afirma Acevedo. 

Y agrega, “existen estudios donde el 90% de las personas que se quitan la vida, avisaron a alguien, comentaron al respecto, dieron señales y no fueron escuchados, porque lo mencionado anteriormente nos lleva a otro dicho coloquial y catastrófico para quien padece una dolencia. Frases como “el que lo dice no lo hace” o “es que está llamando la atención”, esto es errado si el vehículo que tiene la persona para recibir ayuda es mencionar o manifestar que no encuentra solución a su situación y que ha pensado en quitarse en la vida, por lo que no se puede tener una posición de juzgamiento, porque es la necesidad del otro”. 

Finalmente, la psicóloga Acevedo concluye que la mayor necesidad que tenemos como sociedad está enmarcada en el proceso de psicoeducación, comprender la importancia de activar rutas, de que todos podemos hacer algo. “Si bien debemos remitir a los profesionales especializados, todos podemos hacer algo por alguien que tiene un pensamiento suicida. Las personas que cuidan a un paciente que tiene ideas suicidas o que ha tenido intentos de suicidio, deben ser educados en la importancia de los tratamientos combinados y en la importancia de seguir las instrucciones para culminar con éxito los tratamientos, psicoeducar para no permitir que los mitos se vuelvan parte de mi forma de ver el mundo porque éstos, limitan la posibilidad de escuchar las señales, observar cambios y encontrar aspectos intervinientes a nivel emocional, conductual y cognitivo”, puntualiza Acevedo. 

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