¡Sexo y género son distintos!

¡Sexo y género son distintos!

 Por Andrés García

La cita “El género no es requisito para valer en una sociedad”, que leí en uno de los apartes del libro Margarita Va Sola, de mi gran amiga de siempre Margarita Rosa de Francisco, me parece que sintetiza sabiamente la adecuada interpretación de cómo, realmente, los Seres Humanos deberíamos ser y estar en el mundo, sin señalamientos de otra índole. Se nace con pene o con vagina (No me adentraré a explorar casos de hermafroditismo cuando un cigoto macho y uno hembra se fusionan); sin embargo, es el libreto cultural, lo convencionalmente establecido como “normal”, lo que define qué es lo masculino y qué lo femenino. ¡Arbitrario! A los niños recién nacidos se les viste de azul, a las niñas de rosado. Los hombres no lloran, las mujeres no dicen malas palabras. Las niñas pueden practican ballet. Los hombres juegan al fútbol. Al niño, en navidad, se le regala un carro para que a futuro sea quien conduzca. A la niña, en cambio, se le obsequia un juego de ollas para que mañana sea quien cocine. La especie humana es adoctrinada en occidente bajo un artificio social, no natural. El sexo es natural. ¡El género es adquirido! El sexo es un hecho. El género, no. No ha nacido el primer Ser Humano con instrucciones adjuntas de cómo debe comportarse. La cultura es la que impone la conducta a seguir. La cultura yerra, de donde se concluye que sus instrucciones también lo hacen. 

Esa imposición cultural define, sospechosamente, qué es y qué no lo “correcto”. Qué se debe reforzar en colegios o qué es susceptible de recibir “acompañamiento especial”. Padres y madres somos - en su mayoría - directos reproductores de una performatividad que sesga, excluye y castra el amplio rango de matices que el sentir humano manifiesta, llegándolo incluso a tildar de anómalo, reprochable y, en ocasiones, punible. Lo raro no está en el Ser sintiente que, de manera genuina, expresa. Lo anómalo radica en continuar perpetuando la equívoca creencia de una sociedad que ataráxica, de dientes para afuera, paradójicamente se ufana de estar promoviendo la defensa de los Derechos Humanos. El primero de los DDHH debería ser aprender a respetar la diferencia entre sexo y género. No obstante, esa sociedad reluctante de leyes antinatura que muy pocos cuestionan, sigue diciendo qué debe ir en azul y qué en rosado, acentuando la sensación de incomodidad y aflicción del Ser cuyo sexo biológico no coincide con su identidad de género, término conocido como disforia de género.

Muchas de las conductas sociales que observamos en la vida diaria, la incapacidad de reconocer verdad en el otro, en su forma de expresarse, de vestir o interactuar, da cuenta de ello. Hoy día, más que antes, es bastante frecuente observar un joven o una chica completamente andróginos, donde lo masculino y lo femenino se fusionan. ¿Por qué señalarlos? Son Seres humanos, siendo. El asombro que a muchos les produce su manifestación obedece precisamente a esa categorización social, a esa construcción política altamente lesiva. La intolerancia registrada en quienes con su discurso descalifican “ese otro” - a la luz de una amañada interpretación de lo divino, promoviendo mensajes de discriminación y odio - tiene origen en ese software instalado, llamado performatividad de género. Su libreto es una representación política, antinatural por antonomasia, inicuamente puesta y, por consiguiente, desmontable debido al gran daño generado, máxime al recordar los cientos de intentos de suicidio y numerosas muertes acontecidas, como consecuencia de no desinstalar esta falsa creencia.

Tras leer autores de la calidad de Judith Butler, miembro de la Academia de Artes y Ciencias de los Estados Unidos, filósofa materialista y posestructuralista, teórica fundacional de la teoría queer, una de las voces más influyentes en la teoría política contemporánea y la teórica de género más leída en el mundo, autora de libros como El Género en Disputa, Feminismo y la Subversión de la Identidad, entre otros textos, concluyo que como sociedad tenemos una gran deuda. El sexo con el que se nace no es la esencia del Ser humano. La formación de la identidad y la subjetividad van mucho más allá, se constituyen por acción y no en razón a un creer cultural. El Ser humano es una estructura en formación. Atentar en contra de ello es “matar” el derecho que le asiste a cada quien de Ser lo que está llamado a Ser y no lo que la sociedad le indique, claro está sin afectar a otro. Yo, por ejemplo, voy por más niñas felices jugando al fútbol y menos futuras madres frustradas en casa. Le apuesto más a niños tocando un fino instrumento musical que a futuros hombres empuñando un arma, dándose trompadas en la calle o en pleno debate público. ¡Voy por más Seres Humanos, siendo! Sexo y género son distintos. El género no es requisito para valer en una sociedad. www.infinitepowertraining.com

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