Un Buenos días …

Un Buenos días …

Por Andrés García

Hace un tiempo, en mi ejercicio de Coach, me encontraba en el lobby de un hotel reunido con un equipo interdisciplinario de profesionales brindándoles acompañamiento estratégico en temas de liderazgo, trabajo en equipo y comunicación asertiva. En actitud de escucha frente a lo que expresaban, me percaté de que una persona - quien por fuera del grupo prestaba particular atención a lo que hablábamos – finalmente tomó la decisión de acercarse y preguntar si la podía atender.

Amablemente le manifesté que estaba en medio de una sesión y que con gusto una vez concluyera podía atenderle y agendar un encuentro, ante lo cual – en el tono que la ansiedad y el apremio establecen – tajantemente expresó: “¡Debe ser ahora mismo!”. Las personas con las que me encontraba, al constatar su necesidad manifiesta, asintieron con la mirada la conclusión de aquella sesión de Mastermind para así ceder los minutos restantes al afligido solicitante. Me reuní en privado con este y le pregunté -¿Cómo crees que te puedo colaborar? Emocionalmente alterado, con voz entrecortada y muy nerviosa, respondió: -“Es que yo me quiero matar”. 

Aquella expresión retumbó por todo mi cuerpo. Tuve que hacer un esfuerzo adicional para que no se me notara el desencaje de mi mandíbula inferior tras escuchar aquella desgarradora declaración, de tan alto calado emocional. - ¿Y por qué quieres quitarte la vida? le pregunté, con sumo respeto, compasión e interés, procurando guardar compostura. – “La verdad no le sabría explicar. No tengo afugia económica considerable ni ninguna enfermedad terminal. Vivo solo, tengo trabajo, como todos tengo algunas dificultades, pero nada que no se pueda resolver”, precisó, frente a lo cual insistí, -¿Entonces? Añadió: “Desde hace varios meses no le encuentro sentido a nada. Perdí el sentido de las cosas. Es más, esta mañana salí de mi casa dispuesto a quitarme la vida pero algo me detuvo”. ¿Qué te detuvo?, le pregunté, ante lo cual respondió: “Antes de tomar el taxi que me llevaría al lugar donde terminaría con mi vida, una señora que nunca antes había visto se me acercó con cuidado, me miró a los ojos y en tono amable me dijo: ¡Buenos días. Le deseo siempre lo mejor! En ese momento algo hizo click en mi interior y comprendí que seguramente había algo más que no estaba viendo ni valorando”. Con lágrimas en los ojos, agregó: -¿Sabe usted hacía cuánto que alguien no me daba el buenos días?”

Por ética profesional deliberadamente alteré apartes en la forma de presentar este corto relato, en procura de salvaguardar la identidad del consultante como tampoco detallo el trabajo de apoyo brindado posteriormente; sin embargo, conservé en su totalidad el espíritu del profundo contenido de este mensaje que nos deja a todos una gran lección: Un “Buenos días” de corazón, sentido, humano, sincero ya sea en casa, en el trabajo, en la calle, en una clínica y a un desconocido especialmente, te conecta con el otro, ¡Salva vidas! Un buenos días no es un simple tema de protocolo. ¡Es cuestión de supervivencia! www.infinitepowertraining.com

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