Oposición sin líder

Oposición sin líder

La oposición es una condición esencial de la democracia participativa. 

Es necesaria, cuando es ejercida, seria y juiciosamente por alguien con reconocido liderazgo en la sociedad, criticando, fiscalizando y ejerciendo libremente el control político, respetando las diferencias conceptuales, que nazcan del debate público. 

Y este papel, bien que lo representaba con su pausada dialéctica el expresidente Uribe, consagrado por la inmensa mayoría ciudadana como su voz cantante. 

Ausente hoy del Congreso, no tiene el actual Gobierno un exponente de iguales condiciones humanas, que poniendo los puntos sobre las íes, conduzca ordenadamente esta creciente marejada en contra de las pretensiones desbordadas de un Ejecutivo que, creyéndose el fundador de la República, busca arrasar con lo existente en vez de corregir sobre lo construido. 

Y en honor a la verdad, no es que no haya alguien capaz. 

María Fernanda Cabal como senadora cumple a satisfacción este cometido, solo que no tiene el eco resonante del carismático Uribe Vélez. 

A falta de esta carencia, bien pudiera el expresidente señalarla como su vocera y jefe de la oposición del Centro Democrático en el Senado, para que, bajo su mando, haya guardián de la heredad y pueda su grupo político hacer la razonable fiscalización que este Gobierno requiere, como la ejerció bajo la presidencia de Santos, implacable y sin pausa, como también supo hacerla cuando fue necesaria frente a su protegido; el presidente Duque. 

En nuestros oídos aun resuenan las expresiones “sicario” y “paraco” con las que se señalaban mutuamente Uribe y Petro en los candentes debates en el Senado. 

Voces extremistas han intentado mostrarlos como incoherente y cínicos al no entender cómo hoy se tratan de manera respetuosa y no precisamente porque hayan decidido elevar el nivel de sus confrontaciones. 

No. Sin lugar a dudas la razón de este raro comportamiento encierra una verdad que solo ellos dos conocen y que muy seguramente la han abordado de manera sigilosa en los tres encuentros sostenidos en la Casa de Nariño. 

Nuestro régimen presidencialista es, todo poderoso, si bien fue atenuado por la Constitución de 1991, al crear nuevos controles y quitarle la facilidad para declarar Estados de Excepción, se agudizó con la presidencia de Uribe Vélez, llevándose a cabo innumerables reformas Constitucionales en lo que va corrido de siglo XXI que, a la par con la desinstitucionalización de los partidos políticos, ha concentrado de nuevo el poder en favor de la presidencia. 

Si bien la Carta señala la separación de los poderes públicos, en un sistema presidencialista como el nuestro el poder del presidente es inmenso, bástenos recordar, por ejemplo, que los magistrados de la Corte Constitucional son elegidos por el Senado, de ternas presentadas por el Presidente de la República, la Corte Suprema y el Concejo de Estado. 

Los del Consejo de Estado y la Corte Suprema, los serán por la respectiva Corporación, de lista enviada por el Consejo Superior de la Judicatura. 

Los magistrados colocan familiares en la Fiscalía y Procuraduría, cargos estos ternados por el Presidente de la República, quienes a su vez aspiran a colocar a sus esposas, novias e hijas en las altas Cortes. 

Es una larga red de vasos comunicantes en donde la separación de poderes de manera estricta solo se da en el papel. 

La Fiscalía General de la Nación que conoce de los delitos de fraude procesal y soborno a testigos que se le sigue al expresidente Uribe Vélez, por segunda vez solicitará la preclusión de la investigación, que no es otra cosa que un mecanismo mediante el cual se da por terminado el proceso penal en forma anticipada a la sentencia, por cumplirse algunas de las causales señaladas expresamente por el legislador, solicitud que se hará el próximo 10 de octubre ante el Juzgado 41 Penal del Circuito de Bogotá, petición que en la primera ocasión fue rechazada por la jueza 28 de conocimiento de Bogotá, Carmen Helena Ortiz. 

A esta preclusión le están apuntando los abogados del expresidente. 

Uribe, sagaz e inteligente, sabe que su futuro está en manos de su tradicional contradictor Petro. 

Y este, a su vez, como Presidente sabe, que no tener un cirirí como Uribe que le echó el país encima a Santos, le facilitará enormemente su gobernabilidad. 

Es un típico caso de simbiosis, en el que dos enemigos se necesitan para su propio beneficio. 

De ahí que Uribe en una reunión del Centro Democrático reaccionara cuando alguien señaló a Petro de guerrillero: “En mi presencia, ningún insulto al Presidente. Todo lo que se quiera decir con argumentos está bien, pero ningún insulto”. 

Alberto Zuluaga Trujillo 
alzutru45@hotmail.com 

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