La salud hay que mejorarla, no destruirla

La salud hay que mejorarla, no destruirla

Para el año entrante el Gobierno tiene previsto la presentación al Congreso de la reforma a la salud, que “buscará la universalidad y una base pública donde no se mire a la persona como un cliente, sino como un sujeto de derechos”, anunció Petro desde Aracataca, (Magdalena) el pasado 3 de noviembre, afirmando que Colombia tiene uno de los peores sistemas de salud en el mundo y agregando que la mayoría de los países desarrollados tienen sistemas de salud públicos fortalecidos, “que no construyen negocios, sino que se basan en el principio del derecho universal”. 

Nuestro sistema de salud tiene sus detractores y defensores, siendo estas dos visiones la cara de la misma moneda. 

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), tenemos el índice de cobertura más alto de América Latina, superando el 95% de la población, pese a la presencia de una fuerte migración como la venezolana. 

Si bien, nuestro sistema da acceso a un sinnúmero de tratamientos costosos y brinda unos mecanismos de copago y cuotas moderadoras muy bajas, las trabas administrativas impuestas por las EPS a sus afiliados, al igual que la negación a tratamientos que debieran cubrir como también los tiempos de espera demasiado largos para la obtención de citas, hacen que los usuarios se declaren insatisfechos con la calidad de la atención recibida. 

Lo que sí es de resaltar, es que los riesgos de salud no tienen consecuencias financieras para las familias, constituyéndose en un atributo muy positivo del sistema de salud colombiano, que lo hace motivo de envidia para muchos países desarrollados. 

La crisis generada por el Covid-19 puso de manifiesto una infraestructura médica deficiente, mal dotada y con un preocupante grado de desatención y de descuido frente al gremio de sus servidores. 

Un crecido número de estos profesionales presentan un elevado grado de vulnerabilidad en su estabilidad laboral, dado los intrincados y perversos mecanismos que se usan para su acceso al servicio, como por ejemplo la vinculación por prestación de servicios personales y la tercerización a través de empresas particulares, utilizando discutibles procesos de intermediación a través de cooperativas creadas para dicho fin. 

Podría decirse sin equivocación alguna que el principal problema de nuestro sistema de salud se llama EPS, cuyas ganancias por intermediación las obtienen a expensas de la negación de la salud a los usuarios. 

Dicha negación de servicios es consecuencia de la falta de médicos que den respuesta a la creciente demanda existente, enfrentándose los actuales servidores a extenuantes jornadas de trabajo, muchas veces con contratos sin prestaciones laborales, sin vacaciones y sin derecho a una incapacidad, vinculados a dos o tres empleos diferentes para lograr un salario medianamente decente que permita pagar las deudas contraídas en su formación. 

La ley 100 introdujo el concepto de salud mercantil, sujeta a ser un bien transable del que los inversionistas privados, tan solo por servir como intermediarios, obtienen descomunales ganancias. 

Cada vez más los pacientes deben acudir a las tutelas para poder acceder a todo lo que no está cubierto por el sistema, demostrándose de manera clara la necesidad inaplazable de actualizar el POS. 

En suma, nuestro problema no tiene que ver con el modelo, ni con el sistema ni con los recursos, sino con los actores, verdaderos sinvergüenzas que han visto la salud, no como un derecho fundamental, sino como un medio de enriquecimiento como el cartel del sida, de los pañales, de la hemofilia y un sinfín de carteles creados por una lastimosa politiquería que nos ha llevado a un Estado absurdo. 

Hace poco más de un mes, los centros de estudios económicos Anif y Fedesarrollo realizaron el seminario “El futuro del sistema de salud de los colombianos” en el que diversos analistas debatieron el tema de la reforma que se ha venido planteando. 

En conclusión, el actual “Sistema de Salud” tiene problemas, pero se debe construir sobre lo que hay, no echar para atrás un sistema que ha sido exitoso. 

Hay que trabajar en la desigualdad de los resultados, las brechas entre lo urbano y lo rural, la mala gestión territorial y en gerencia, a más de la escasez de infraestructura en áreas rurales y remotas. 

Hay que humanizar la salud en Colombia, poniendo fin al maltrato de personas de la tercera edad en dispensarios de medicamentos, acabando con las filas diarias para pedir un turno. 

La salud entre nosotros puede ser un éxito en alcance, pero un fracaso en el trato a la gente.

Alberto Zuluaga Trujillo 
alzutru45@hotmail.com

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