Irresponsabilidad social

Irresponsabilidad social

Por Andrés García

En enero de 2020 occidente no sabía qué era el Covid 19. Fue hasta el primer trimestre de ese año que, oficialmente, se conocieron los primeros casos de Coronavirus en China y Europa y sus letales consecuencias, situación que alertó a las máximas autoridades de salud en el mundo, a fin de implementar protocolos que evitaran la propagación de un virus del que poco o nada se sabía. No existían vacunas. ¡La salud de la humanidad estaba en riesgo! Sin excepción de continente, país, estrato social ni género, la especie humana se enfrentaba a un enemigo común letal, de altísima propagación y contagio. 

La Organización Mundial de la Salud, OMS, advertía sobre una pandemia en todo el orbe y, peor aún, acerca de los decesos de miles de personas, en lejano oriente y este. La gente temerosa se refugió por completo en sus casas al estilo de un film apocalíptico, solo que en esta ocasión no se trataba de una película de ciencia ficción. Era una cruenta realidad. Colombia no fue la excepción. El miedo rondaba las esquinas de las calles, la incertidumbre golpeaba hogares, empresas, establecimientos comerciales y colegios, ante lo cual decidieron cerrar sus puertas. Las ciudades, andenes, avenidas y carreteras lucían desoladas, en señal de advertencia ante el inminente riesgo de probable contagio y muerte. El toque de queda, solo en la memoria de alguna generación mayor, se regentó en los cuatro puntos cardinales del globo, por encima de ideologías políticas y posturas frente al eventual manejo de la crisis.

Al Covid 19 le sobrevino la pandemia del miedo. La economía del mundo colapsó. Muchas pequeñas y medianas empresas, naufragaron. La calamidad superaba en contagio cualquier paliativo gubernamental. Los recursos escasearon. El hambre comenzó a asomarse por las ventanas de los hogares y el incremento de contagios desbordó la atención en clínicas y UCI. El personal de la salud también se contagió. Los números de muertos comenzaron a encabezar los titulares de medios de comunicación y redes sociales, las cuales - en su mayoría - reproducían noticias falsas, multiplicando el caos, desinformando, desplazando lo veraz y relevante. La  verdad entró en estado de coma. ¡Cualquier malestar era sinónimo de Covid y, por consiguiente, muerte!

Hoy en 2022, a tan solo dos años desde que el mundo enfermó, términos como pandemia, protocolos de Bioseguridad, pruebas rápidas y de laboratorio, cepas, SARS, comorbilidad, período de incubación, aislamiento preventivo, cuarentena, respirador, distanciamiento social, tapabocas N-95, picos de pandemia, equipos de protección, inmunidad de rebaño, entre otros - exclusivos del vocabulario médico-científico - son comunes en la jerga popular. Las discusiones sobre el origen real de la pandemia continúan ante la aparición de una nueva variable denominada ómicron, la cual no distingue plan de vacunación y, por el contrario, amenaza con repuntar el contagio masivo. 

Al cierre de esta columna, el mundo registraba 1´944.392 nuevos casos. La diferencia entre hace dos años y hoy es que aunque las personas conocen los protocolos de bioseguridad, no los respeta. Los encuentros masivos - sin distanciamiento ni uso de tapabocas - se desbordaron. Esta reflexión no busca promover el miedo. Es una voz que fomenta el autocuidado inteligente y la prevención. ¡Peor que la pandemia, es la irresponsabilidad social que observamos! (Los conceptos emitidos no comprometen a la RAP Eje Cafetero, entidad de la cual soy su Director de Comunicaciones).

Andrés García

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