El Derecho a ser uno mismo

El Derecho a ser uno mismo

Por Andrés García

Ser uno mismo. Este ni siquiera debería ser un título para una columna; sin embargo, dado el maremágnum de situaciones que acontecen en la cotidianidad de la vida de las personas, donde pensar distinto es catalogado de “sospechoso”, me veo en la necesidad de hacerlo. Culturalmente se nos ha establecido qué y cómo pensar. La sociedad premia a quien así lo practica. Si eres de las personas que rigurosamente asienta ante lo que la mayoría considera como correcto, entonces cumples con la norma social, sigues patrones de comportamiento ajustados al guion cultural, obtienes el certificado social y el chulo que indica la aprobación de la mayoría. Entre otras, no sé en qué debemos ser o no aprobados ¿Quién tiene la escala de medición para establecer y diferenciar lo bueno de lo malo? Es más ¿Existe lo bueno o lo malo? ¿Será que para alguien lo malo es bueno o viceversa? ¿Quién tiene la razón?

Mucho se dice en torno a que las personas deben ser originales y auténticas. No obstante, salirse del guión - en cumplimiento a este mandato - tiene sus consecuencias. Generalmente, quien osa en pensar o hacer lo que su conciencia le dicta suele monitorearse a sí mismo tratando de medir las consecuencias de sus palabras y acciones. Si ambos se ajustan a la línea del statu quo, la sociedad aprueba. Si por el contrario disiente, prepárese ya que seguramente estará en el ojo del huracán como blanco de críticas y comentarios por lo regular poco alentadores.

Valdría la pena invertir más tiempo en pensar, tomar consciencia y establecer qué es aquello en lo cual nos diferenciamos y, además, somos buenos, sin importar el qué dirán. Incluso, casi estoy seguro que mucha de la gente que nos rodea no estará pensando en aquello que tanto ocupa nuestras mentes, en la medida en que también ellos mismos combaten sus temores probablemente bajo esquemas de pensamiento similares. Finalmente, formamos parte de un todo, con principios y orígenes culturales similares y, por lo regular, bastante limitantes en lo referente al libre desarrollo y ejercicio de la personalidad.

El derecho a ser uno mismo es el case inicial para la gran partida llamada vida. Es la condición primera sin la cual ningún ser humano debería exponerse ante los demás. Ser uno mismo es aprender a despojarse del qué dirán, a conectarse con el Yo interno, escucharlo, atenderlo, perdonarlo, reconciliarlo y motivarlo en una relación de reconocimiento, apoyo y sin juicio de valor, permanentes. ¡Nada vale más que apostarle a ser uno mismo! Cuando uno se la juega por uno, la rentabilidad propia se capitaliza en el alza de nuestra autoestima y la gente - por su parte - advierte originalidad, autenticidad siendo atraía por el cuerpo que ejerce tal poder magnético. 

Quizás en los colegios y universidades, en nuestras propias casas, familias y grupos cercanos, deberíamos fomentar más el descubrimiento de nosotros mismos - con los valles, montañas, llanuras y desiertos que conforman la topografía del ser - entrenándonos en el reconocimiento y la aceptación de ese entidad única e irrepetible que cada uno de nosotros es, sin por ello tener que pedir permiso a nadie.

Creo que allí nacen muchos de nuestros aciertos y errores en la vida, en el hecho de no conocernos, no reconocernos, no aceptarnos y no vendernos tal cual somos. Ser uno mismo no es filosofía sobre el deber ser. ¡Es una máxima de vida!

(Las opiniones expresadas no comprometen a la RAP Eje Cafetero, entidad de la que soy su Director de Comunicaciones).

Andrés García

Comentarios

Lo más leído esta semana