“LA PERRA”, DE J BALVIN

 

“LA PERRA”, DE J BALVIN

Por Andrés García

Indignación, por no acudir a otro adjetivo, causó recientemente entre algunos la letra y las imágenes del video “Perra” del artista colombiano J. Balvin, al punto en que el Paisa ofreció una rueda de prensa donde se disculpó por el contenido del mismo. Grande Balvin por al menos disculparse. ¿Y el resto de cantantes masculinos que cosifican la mujer, qué? ¿A esos nos le aplica la censura social? Percibo cierto atisbo de doble moral. 

La industria musical está infestada por seudomelodias que presumen de ser canciones, cargadas de prejuicios moralistas, himenólatras, machistas, retrogradas. No son décadas. Son siglos de bazofia la que musicalmente nos han enquistado en el inconsciente colectivo e ingenuamente reproducimos de generación en generación, integrando estribillos y palabras a nuestra manera de hablar, de pensar, de sentir, de compartir con los demás, incluyendo expresiones que refuerzan precisamente esa postura patriarcal excluyente que establece lo femenino únicamente como objeto de deseo y no sujeto de derechos.

Valdría la pena que más cantantes femeninas se animaran a expresar sus deseos en sus producciones musicales, incluso aquellos más carnales, a ver si de una vez por todas equilibramos la balanza. El arte encuentra su valía en la medida en que se ingenia la manera de contar lo innombrable. La sociedad debe comenzar a hablar de estos temas. ¿En qué momento de la historia de la humanidad se estableció que la mujer, dotada igualmente de hormonas, neutrotransmisores, cerebro reptiliano, más conocido como el cerebro del instinto y, cómo si fuera poco, revestida por el órgano más grande que tiene el cuerpo, la piel, no podía sentir y menos expresar deseos concupiscentes?

¿Quién estableció lo que puede o no sentir una mujer? ¿Vale más ante la sociedad aquella mujer que en lo profundo de su ser desea y no expresa? ¿Premia la sociedad machista a la mujer que finge no sentir deseo y menos manifestarlo y, en su lugar, se muestra pudorosa, casta y mansa, ajena de cualquier atisbo de erotismo, pasión, sensualidad y menos sexo? 

Pareciera que en nuestra sociedad fuese pecado que una mujer sintiese un orgasmo, sintiese ganas y menos que lo expresara. En culturas indígenas colombianas la ablación del clítoris, con más de ocho mil terminaciones nerviosas, cuatro mil más que el pene, es todavía una terrible práctica social oculta vigente. La mujer si, muy importante, pero quietíca ahí con sus instintos. De locos.

Sentir pasión y expresarlo no es de enfermos. Es de cuerdos. Es de personas reconciliadas con su cuerpo, con su erotismo, con su intimidad y con su legítimo derecho de sentir, expresar y recibir pasión, independientemente de su género. 

Lo delicado no es la letra de la canción de Balvin, quien a propósito es un ser profundamente espiritual y practica la meditación. Al menos tuvo la grandeza de rectificar. Lo grave es que la cultura señale únicamente al paisa y pase de agache con el resto. ¿Por qué no pide también cárcel Florence Thomas, reconocida feminista francesa radicada en Colombia, para los “artistas” que interpretan rancheras, música popular de despecho, vallenatos, salsa de motel, entre otros, donde la mujer es promovida como objeto sexual, en respuesta a una pulsión masculina que la sociedad patriarcal convalida?

Tarea social es la de acompañar a nuestros jóvenes, orientarlos en la interpretación adecuada de esos contenidos y estímulos permanentes que reciben, a través del internet, la música, la sociedad, las noticias diarias y demás, para su adecuada interpretación. Tarea es dejar de seguir, idolatrar y premiar en ceremonias que reconocen lo mejor de la música a simples reproductores de una mirada obsoleta y caduca. 

(Esta opinión no compromete la posición de la RAP Eje Cafetero, entidad de la que soy su Director de Comunicaciones).

Andrés García


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